jueves, 1 de marzo de 2018


Anoche dormí mal. El ruido de los autos no paró un minuto. Podría haber cerrado la ventana, pero me hubiese perdido la primera brisa de marzo, la piel fresca y atenta al ir y venir del aire, la celebración de lo que llega suave y hace saber que está,  a pesar del ruido.




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