martes, 23 de junio de 2015

Mientras desayuno con mate elijo los textos para el taller. Hace mucho frío y acaba de apagarse el alumbrado público sobre los fresnos. No hay viento, creo.  Todo día es incierto. El calor aparece cada vez que encuentro una línea marcada por el lápiz negro que usé la primera vez que leí lo que ahora vuelvo a leer.  A veces, decirlo en voz alta, me consuela:  los lápices negros son un sol en la memoria, un camino iluminado por las manos.


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