miércoles, 3 de diciembre de 2014

Estaba desde antes de que yo llegara. Cuando escuchó su nombre, ella, la china, se puso de pie y su falda de tul negro se movió de un lado para el otro como si de verdad fuera a bailar. Tenía sandalias brillantes y una cartera dorada.  Verla pasar desde la silla de la sala de espera hasta el consultorio del cirujano fue maravilloso.


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