martes, 29 de abril de 2014

Antes de la lluvia, igual que antes de la última palabra, el cielo engaña. El brazo cree que si se estira puede tocar la gota o la boca. Sería fácil decir llové y que lloviese.  Decir callá y que ocurriese el silencio. Pronunciar la última palabra bajo la lluvia. A nosotros, los memoriosos, nos debería ser dada la tregua de abrir el paraguas y caminar, sin dolor, bajo los nombres.